lunes, 23 de septiembre de 2013

Un viaje fantástico. Capítulo 2, París: La ciudad de la luz, entre glamour, cafés y mucho metro.

El avión de la empresa Vueling llevaba 25 minutos de viaje en la ruta Barcelona - París. No eran aun ni las 8 de la mañana de aquél día 14 de julio cuando ordené un croissant y un zumo de naranja en el avión como desayuno.

El vuelo no fue largo y en aproximadamente una hora una capa neblinosa sobre miles de casas y edificios, entre calles y parques; nos daba la bienvenida. Tal vez vi a lo lejos la Torre Eiffel y eso animó a mi cuerpo a despertarse totalmente, tal vez lo que vi fue la chimenea de una fábrica pero de cualquier forma, ya estaba por tocar suelo parisino y en específico el Aeropuerto de Orly, al sur de la capital francesa.

Una vez dentro del aeropuerto y después de haber visto la mayor cantidad de aviones de Air France en mi vida, me dispuse a poner en práctica meses de enseñanza del idioma francés. Era el momento, la mera hora de comprobar si en realidad algo había aprendido o si me apoyaría todo el tiempo entre inglés o español en tierras galas. 

Recuerdo haber agarrado valor y pregunté la forma de podernos desplazar del aeropuerto hasta el hotel. Cuando uno anda de viaje tan lejos de casa y donde se habla otro idioma, lo más recomendable es mostrar seguridad y confianza en uno mismo, lo demás viene más fácil.

Lo primero que me sorprendió del Aeropuerto de París y de la ciudad en sí, fue que para poder llegar al hotel teníamos en realidad varias opciones. Una de ellas era tomando el metro como cualquier ciudadano de mundo. La cantidad de líneas y transbordos en ésta ciudad eran descomunales. Jamás había visto una ciudad con tan extensa red de metro y lo mejor de todo, perfectamente interconectadas y con facilidades para llegar prácticamente a cualquier lado.

Del aeropuerto tomamos un pequeño Tren que nos llevó a la primer estación de metro y de ahí todo en adelante fue conocer, admirar, aprender y experimentar la vida de una ciudad cosmopolita de verdad.

No miento si les digo que escuché cerca de 10 idiomas en un solo vagón del metro y vi gente de todas partes. París es increíble desde el mismo metro.

Era día festivo y no cualquiera, se conmemoraba un año más de la Toma de la Bastilla, habría desfile y otras actividades relacionadas. 

Despues de dejar las maletas volvimos a tomar el metro y me dirigí al Museo de Louvre, que a pesar de ser día festivo y en plena temporada alta de vacaciones, tuvimos un fácil acceso a el.

El Museo es tan sorprendente como enorme, no lo recorrimos todo puesto que eso implicaba dedicarle todo un día, y en este tipo de viajes donde solo puedes estar poco tiempo quedarte en un museo podría ser contraproducente.

El Río Sena, la Torre Eiffel a lo lejos, los candados sobre los puentes que atraviesan el río y la Catedral de Notre-Dame, fueron íconos que observé a mi paso. La Catedral me pareció pequeña a como la tenía visualizada, sin embargo tenía su encanto. El simple hecho de saberme situado en un lugar así llenó mi vida de más alegría.

La primer noche parisina culminó con un intento fallido de ver la pirotecnia y el espectáculo de luces sobre la Torre Eiffel debido a problemas de logística con nuestros acompañantes, sin embargo lo más complicado de la noche no fue el disgusto por perdernos dicho evento sino el regresar al hotel pues el metro cerraba sus puertas y las opciones para desplazarnos se desvanecían conforme pasaba cada minuto.

El segundo día y después de haber descansado y desayunado en un McDonald's (por aquello de jalar internet), pude conocer y subirme a la Torre Eiffel; no sin antes haber hecho fila de 3 horas y ser testigo de como un carterista corría a toda velocidad mientras un policía lo seguía sin tener éxito.

La vista desde aquél monumento es fantástica, el día fue azul y claro y por lo tanto la visibilidad era casi perfecta. Tomé como 500 fotos de todo París y en especial de la zona de rascacielos de la Défense.

El día continuaba y justamente a la zona de La Défense me dirigí tomando el metro. Dado mi gusto por los rascacielos y estando en la zona de mayor concentración de edificios de toda Europa, cumplí mi sueño y aproveché para tomar otros cientos de fotografías.

En realidad la arquitectura y el urbanismo de la Défense me facinaron y pensé en que bien podríamos tener algo similar en Santa Fé o en Valle Oriente en mi país.

La noche nos sorpendió mientras caminábamos por los Campos Elíseos en donde admiramos el Arco del Triunfo, los restaurantes y las boutiques de mayor clase de la ciudad. Llegué al hotel con los piés desechos de tanto caminar pero contento de haber disfrutado de un día grandioso en la capital francesa.

El tercer y último día completo en París fue todavía más cansado pero no por eso menos especial. Me di la oportunidad de conocer el Stade de France donde en 1998 Francia de la mano de Zidane ganaría la Copa del Mundo a Brasil. Obviamente no tenía presupuestado entrar al inmueble y solo pude admirarlo por fuera, pero eso bastó para sentirme satisfecho.

El regreso al centro parisino lo efectuamos vía RER que es un sistema de trenes suburbanos que atraviesan la metrópoli haciendo paradas estratégicas como alternativa al saturado y complejo metro.

Como era el último día decidimos recorrer la zona céntrica de París y fue así como caminamos por Tullerías y las tiendas de pasteles y golosinas del primer cuadro. A media tarde y bajo amenaza de lluvia optamos por recorrer nuevamente los Campos Elíseos y comer en algún sitio modesto. La lluvia finalmente se desató y debido a nuestro cansancio nos refugiamos en el hotel con la intención de recuperar las fuerzas y posteriormente volver a salir.

La idea era conocer el Barrio de Montmartre y la Basílica del Sacre Coeur, también pensamos en ver la Torre Eiffel iluminada desde el jardín de Trocadero, sin embargo se aproximaba la noche y dadas las previas recomendaciones de no ir a Montmartre después de ciertas horas y sobre todo debido al cansancio, nos quedamos preparando mejor la maleta para al día siguiente salir temprano a nuestro siguiente destino. Lyon.