No hay opciones reales mucho menos candidatos a la altura.
Es muy triste pero finalmente cierto. En este país de norte a sur y de costa a costa se carece de buenos políticos y mucho más de buenos candidatos a puestos de gobierno.
No es nada nuevo, es una constante a través de décadas y décadas de vida democrática en éste país. Es más, me atrevo a decir que incluso antes de que existiera el sufragio, muy pocos gobernantes tenían los conocimientos, las aptitudes y las capacidades necesarias para sobresalir y trabajar para cambiar a nuestro país.
Hoy en día México luce más dividido que nunca, día con día y hora tras hora se suscitan ataques, discordias, señalamientos e insultos entre quienes profesan ideologías políticas distintas. Ni los de izquierda ni los de la derecha tienen el dominio de la razón, sin embargo luchan constantemente a cada minuto entre ellos como una forma de reprobar el contexto social en que se vive pero sobre todo, para sacar las frustraciones cotidianas de manera individual y posteriormente colectiva.
Es triste que hoy en día no exista un proyecto verdadero de nación, seguimos viendo intereses personales o de grupos bien establecidos que desean el poder para servirse de él y no para comenzar a sentar las bases de un nuevo país.
Seamos sinceros; ni la derecha ni la izquierda han funcionado para que las cosas mejores en éste país de manera real y constante. No existen candidatos verdaderamente comprometidos y capaces de trabajar para mejorar las condiciones de vida de todos los mexicanos. Solo existen líderes en turno que realizan todo tipo de acciones para servirse del poder y tratar de perpetuar a través del tiempo, la hegemonía y privilegios que brinda ser parte de la élite en turno.
Los candidatos y gobernadores de la derecha han trabajado para sus intereses y los de su partido antes que nada. Realizan todo tipo de acciones neoliberales que a final de cuentas, benefician a muy pocos en detrimento de una población que cada día se divide más. Dichas acciones en nombre de la inversión extranjera y el libre mercado han traído ciertos ingresos y desarrollo al país, pero solamente para unos cuantos; la gran mayoría sin embargo continúa hundiéndose y mermando su poder adquisitivo año con año.
La derecha es vista como una entidad fina, educada y preparada, con todo tipo de títulos, condecoraciones y reconocimientos intelectuales y académicos. No obstante la gran preparación y conocimiento de sus candidatos estos han resultado igual o peor de ladrones y vende patrias que los del bando de la izquierda. De nada sirve que una mujer u hombre alcalde, gobernador o presidente cuente con títulos, maestrías y doctorados en las mejores universidades del mundo, hable 20 idiomas distintos, vista y hable bien; si a final de cuentas toda esa preparación, aptitudes e imagen son utilizadas para beneficiar a la de por sí ya muy aventajada y privilegiada élite en éste país.
Ningún político de derecha ha sido capaz con todos sus trofeos, capacidades y atributos de enderezar esta nación, y ante tal circunstancia; los resultados de las más recientes elecciones han dado el triunfo a la representación de la izquierda, grupo con una ideología que dice "acercarse" y "entender" más a los sectores vulnerables y desfavorecidos, los que poco o nada tienen y que están hartos de vivir en esas condiciones.
Lo cierto es que tampoco la izquierda parece ser la solución. Los candidatos muchas veces carecen de preparación, estudios y visión progresista acorde a las necesidades y los retos actuales que requieren un país para destacar en el contexto internacional. Para ellos lo más importante es el discurso prometedor y esperanzador dirigido a los que menos tienen con tal de ganarse su confianza y posterior apoyo. Ante esto las posturas y decisiones que ellos tomen serán siempre criticados por la derecha, pues siempre considerarán estos pronunciamientos como oportunistas, demagógicos y carentes de realismo.
La izquierda pretende al igual que la derecha, conciliar, dialogar, levantar al país y crear las condiciones que a según su entendimiento, son las necesarias e indicadas para asegurar el desarrollo de México.
Pero lo que seguimos viendo es que ninguna propuesta resuelve las problemáticas de éste país. Todo queda enmarcado siempre en discusiones absurdas, acusaciones, promesas incumplidas, corrupción, nepotismo, compadrazgos etc.
Lo peor de todo es que quienes más sufren los eternos enfrascamientos y fracasos de ambas partes son los ciudadanos, quienes tienen que seguir contribuyendo con sus impuestos a mantener a flote a la clase política mexicana. Ciudadanos que tienen que pagar con deudas los errores y derroches que tanto la izquierda como la derecha han provocado con sus decisiones, aspiraciones y fraudes.
Ningún partido, ningún candidato y ninguna opción parecen estar a la altura de lo que el país requiere para lograr un avance hacia un desarrollo generalizado y lo más justo posible. Se necesitan nuevas ideas, nuevos actores, nuevas propuestas que coincidan en un solo punto y viajen en una sola dirección. El crear un proyecto de nación a largo plazo que beneficie a todos los que formamos este país y no solo a la élite oportunista en turno.