Ha llegado la fecha, ha llegado el momento, parecía tan lejano el día en el que se cumplirían 200 años del inicio de la lucha por la Independencia de nuestro país que, irónicamente; en un principio lo que se pretendía era lograr una autonomía con respecto a España y no precisamente alcanzar la independencia como tal. Autonomía e Independencia son cosas parecidas pero no iguales.
México está por llegar al día 16 de septiembre y como lo hemos venido observando, escuchando y hablando, todo en éste 2010 ha sido Bicentenario, que el torneo de fútbol del Bicentenario, que la autopista del Bicentenario, el Arco del Bicentenario etc etc...
Pero debemos ser un poco más profundos y reflexivos en éste mes y en éstos momentos que estan los festejos a la vuelta de la esquina. Inmediatamente me surge una pregunta y es la siguiente: ¿Qué es lo que realmente debemos y no debemos de festejar?
Una nación que al igual que hace 200 y 100 años se encontraba sumida en una turbulencia social se prepara para festejar el grito de la Independencia como cada año, pero en ésta ocasión es especial. Hace 200 años comenzaba en forma fáctica la lucha por el anhelo de libertad en manos de gente de pueblos en el Bajío comandados por el cura Miguel Hidalgo. Hoy, en pleno siglo XXI nos encontramos ante una gran incertidumbre, que si somos un Estado Fallido, que si somos un país en manos del crimen organizado, que si vamos en camino a ser como Colombia en el tema del narcotráfico entre otras cosas.
Lo que debemos festejar es que somos un país rico en culturas, en recursos naturales, en contar con una privilegiada ubicación geográfica, que contamos con paisajes y parajes naturales dignos de admiración por parte del mundo entero, que nuestras ruinas arqueológicas, templos y ciudades coloniales son un ejemplo de multiculturalidad. Que nuestras grandes ciudades tratan de ser más destacadas en el plano internacional y... ¿qué mas?
Desafortunadamente hoy en día son menos, mucho menos las cosas positivas por las cuales festejar y celebrar el Bicentenario tan famoso que mediaticamente se ha venido presentando en los últimos meses.
Hace 200 años la nación era tan desigual como ahora, quizás menos, pero los privilegios y acomodos de una clase o elites eran fuertemente marcados tal como hoy en día.
Lo que no debemos festejar es que somos un país flojo, corrupto, donde la clase política en lugar de servir al pueblo y buscar el consenso para alcanzar acuerdos en beneficio de México, primero se dedican a velar por sus propios intereses. Un México donde se tiene que hacer trampa para avanzar, donde se le mete el pié a quien está triunfando para no dejarlo destacar, un país de gente que ya no cree ni en sí misma, que cuestiona todo y critica por criticar, que no lee, que señala los defectos pero hace muy poco por corregirlos o revertir la situación. Un México donde su gente espera y cree que los milagros o la gracia divina los sacará de la pobreza, donde vale más hacer las cosas al aventón y sin visión a futuro.
Un pueblo que teniendo tanta riqueza en flora y fauna la desperdicia, la malbarata, la destruye sin pensar en las próximas generaciones; mexicanos que solo les importa el aquí y el ahora, que siempre se encuentran divididos por colores políticos, regionales y de piel, un país que dice sentirse orgulloso de sus raíces, fiestas y alegorías pero que en un momento determinado se siente menos ante la presencia extranjera.
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