Resulta de verdad increíble, lamentable y desesperante el enterarse de noticias como las del pasado domingo 19 de febrero, donde 30 reos de la más alta peligrosidad se fugaron del penal de Apodaca, N.L., después de haber sido parte de un motín el cual arrojó además un saldo de 40 muertos y otros tantos heridos.
Esto de entrada evidencía las carencias y las fragilidades del sistema de seguridad mexicano hacia dentro de los penales, en los que prácticamente en cualquier momento dado pueden presentarse lamentables sucesos como los de la madrugada del pasado domingo.
Lo más preocupante en sí es la fuga de 30 criminales pertenecientes al cártel de los Zetas, que tanto daño han causado en la sociedad mexicana; en especial en el noreste del país. Sin embargo otra cosa que no es de menos importancia es la complicidad evidente de las autoridades de dicho penal y los nexos existentes con el crímen organizado, en donde los movimientos que se realizan para permitir que los reos puedan continuar operando desde dentro de la cárcel son bien conocidos.
La pregunta aquí es: ¿Se debe seguir recluyendo a los más grandes criminales y narcotraficantes del país? A todas luces la respuesta parecería lógica señalando que desde luego éstos individuos debieran ser encarcelados siempre y para siempre, sin embargo, la amenaza latente de que en cualquier momento éstos peligrosos criminales puedan escaparse por la razón que sea, hacen pensar a más de uno en que las medidas deben ser más severas.
La pena de muerte está prohibída en México y la cadena perpétua se posiciona entonces como el castigo más alto que se tiene dentro del sistema judicial mexicano. Tomando en cuenta lo anterior nos encontramos que el mantener encarcelados a los criminales más peligrosos del país por tiempo indefinido, resulta una bomba de tiempo que de estallar, puede causar estragos muy lamentables. El sobrepoblamiento de las cárceles, la corrupción de los custodios y de todo el personal administrativo que labora en ellas, más la facilidad con la que algunos internos siguen realizando sus negocios con el exterior, aumentan las probabilidades de que se presenten situaciones tan lamentables como las sucedidas en Apodaca.
Siendo así resulta que el mantener recluídos a estos indivíduos resulta totalmente peligroso. Pero entonces; ¿qué otra solución existe? Poco se ha hablado de la posibilidad de dictar pena de muerte a los criminales más peligrosos para así evitar que pudieran escaparse algún día, al mismo tiempo que se estaría igualmente evitando el sobrepoblamiento de los penales.
Si el aplicar la pena de muerte a los internos más peligrosos sirve como mensaje a otros grupos delictivos, previene la saturación en las cárceles y erradica la posibilidad de que se presenten motines y fugas, pudiera resultar entonces que esta medida sea tomada más en cuenta ¿o no?
¿Qué opinan ustedes?
Totalmente de acuerdo, pero ¿cuánto tiempo tardaría en estudiarse alguna otra medida?, ¿cuánto tiempo más tardaría en aprobarse? y ¿cuánto tiempo más tardaría en ponerse en marcha? Yo creo que la desesperación y los actos de la sociedad se derivan de la falta de respuestas a esas preguntas, actos como los de los linchamientos a delincuentes, actos que no deberían de suceder.
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